miércoles, 19 de octubre de 2016

Monseñor Nicolás de Carlo. Primer Obispo del Chaco.




Un hijo de Inmigrantes.
Monseñor Nicolás de Carlo había nacido en Las Marcas (Estados Pontificios de Italia) el 14 de Septiembre de 1882. A los pocos meses de su nacimiento su familia emigró a la Argentina y se radicó en la Provincia de Entre Ríos. Cursó los estudios primarios e inició los secundarios en Paraná, continuándolos en Santa Fe. Educado en el seno de una familia profundamente religiosa, se orientó muy pronto al sacerdocio realizando sus estudios eclesiásticos en el Seminario de Paraná y posteriormente en Santa Fe. Su ordenamiento como sacerdote se produjo en 1905.
Obispo Auxiliar y Administrador Apostólico del Chaco y Formosa.
Hacia 1934 el Obispo de Santa Fe constató durante una gira por Chaco y Formosa que estos territorios ya muy poblados, carecían de la debida asistencia espiritual. Por ese motivo solicitó a la Santa Sede la jerarquización eclesiástica de ambos Territorios Nacionales. Asimismo el Gobernador del Chaco José Castells hizo lo propio ante el Gobierno nacional. Como resultado de estas gestiones el Papa Pío XI nombró el 1ro. De Diciembre de 1936 a Monseñor de Carlo, Obispo Auxiliar de Santa Fe y Administrador Apostólico con jurisdicción en el Chaco y Formosa. Simultáneamente el Gobierno Nacional creaba la Vicaría Eclesiástica para dicha jurisdicción.
Una vez en su sede en Resistencia, Monseñor de Carlo desplegó una intensa labor apostólica. Creó en la capital y en el interior del Chaco nuevas parroquias; en Pcia. Roque Sáenz Peña, Quitilipi, Barranqueras, Villa Ángela, Las Palmas, Puerto Bermejo, Zapallar, Pcia. De la Plaza, J. J. Castelli, Charata y Gral. Pinedo. También atendió el aspecto social y cultural de su diócesis. Creó la Obra Social Católica que se manifestó en la instalación de talleres barriales, en la fundación de colegios y el aumento de las congregaciones.

Obispo del Chaco y Formosa
El Obispo de Santa Fe Monseñor Fasolino advirtió nuevamente la necesidad de otorgar una nueva categoría a la Administración Apostólica, en virtud de las necesidades que planteaba el crecimiento demográfico de los Territorio del Chaco y Formosa. Gracias a sus gestiones y a las de las autoridades gubernativas del Chaco, el Papa Pío XII emitió la Bula “Eclesiarum Omnium” el 3 de Junio de 1939 por la que se que se erigía a partir del 1ro. De Agosto del año siguiente el Obispado de Resistencia, con jurisdicción en Chaco y Formosa. Para ejercer este ministerio nombró Obispo Titular de Resistencia a Monseñor Nicolás de Carlo, haciendo plena justicia a su labor desplegada hasta ese momento. En mérito a su tarea apostólica, la Santa Sede lo designó en 1950, Asistente al Solio Pontificio y Conde Romano.

Intensa obra social, cultural y religiosa.
A los pocos meses de hacerse cargo de su diócesis, en 1936, fundó el periódico “Acción Chaqueña”, donde expuso sus ideas emanadas de la Doctrina Social de la Iglesia. Debido al abandono en que se encontraban los moradores de los barrios de Resistencia, instaló talleres donde se impartía enseñanza manual a personas de humilde condición. Se daban clases de dactilografía, costura, bordado, tejido, ñandutí, práctica comercial y otras manualidades. Esta acción fue extendida a las ciudades y pueblos del interior. Durante la semana estos locales eran utilizados como talleres de trabajo y salas de reuniones, y los domingos para la celebración del culto. A la muerte de Monseñor de Carlo, existían 29 centros de enseñanza manual y práctica en la capital y el interior del Chaco, y unos 5 en el Territorio de Formosa. También habilitó consultorios médicos, hogares para niños huérfanos, y alentó la creación de entidades benéficas y culturales.


Una merecida distinción.
En 1947 visitó el Chaco el Presidente de la Nación Juan D. perón con su Señora Esposa María Eva Duarte de Perón, con motivo de la Fiesta Nacional del Algodón. Perón quedó gratamente impresionado por la obra de Monseñor de Carlo, que coincidía plenamente con uno de los principales postulados que deseaba imponer a su gobierno, que era el de la justicia social y la atención a las necesidades de los más humildes. A los pocos meses, el 10 de Abril de 1948, se realizó en Buenos Aires una solemne ceremonia en la cual el Presidente otorgó al Obispo del Chaco y Formosa de un artístico pectoral como distinción por la labor cumplida en estos Territorios. Al acto asistieron: el Nuncio Apostólico, las más altas autoridades eclesiásticas del País y los Gobernadores del Chaco y Formosa. En esta oportunidad Perón manifestó en una parte de su discurso: “Chaco y Formosa deben a Monseñor de Carlo la afirmación de los principios cristianos y la acendrada fe católica de que se halla imbuida la población. Obra titánica en el portentoso crisol que son tanto Chaco como Formosa, donde una multitud cosmopolita lucha y trabaja debatiéndose entre graves problemas de orden moral, por hallarse adormecidas las inquietudes del espíritu en grado alarmante y peligroso para la sociedad en formación…”

Sus colaboradores.
El Obispo Monseñor de Carlo supo rodearse de excelentes colaboradores, con la ayuda de los cuales pudo llevar con pleno éxito su misión apostólica y la palabra de Cristo a vastos sectores. Entre ellos estaban: Monseñor José Alumni, eminente historiador y creador del Archivo Histórico de la Provincia, Padre Ricardo Zalazar, Secretario del Obispado, Capellán del Ejército y Profesor de Filosofía en la Facultad de Ciencias Económicas, Padre Armengol R. Moya, escritor autor de una biografía de Belgrano y editor de un periódico religioso. Además ocupó varios cargos en la Provincia, como Director del Aborigen, Subsecretario de Acción Social y Senador Nacional por el peronismo. Otro destacado colaborador fue Monseñor Prudencio Figueiras, quien fue Profesor en la Escuela Nacional de Comercio e iniciador de los estudios contables en Resistencia.
Monseñor Nicolás de Carlo falleció el 19 de Octubre de 1951, después de una intensa vida dedicada a cimentar la fe de toda su grey y a aliviar la necesidad de los más humildes, enseñándoles que no hay más dignidad que la que se consigue con el trabajo.


miércoles, 17 de febrero de 2016

CAPITALIZACIÓN DE RESISTENCIA


Expedición exploradora del Chaco con caciques
aborígenes de la reg

Las capitales del Chaco
     La Gobernación del Chaco contó, desde que fue creada, con varias capitales o más propiamente sedes gubernativas, pues el término “Capital” aparece recién en 1884 cuanto se sanciona la Ley 1532 de creación de Territorios Nacionales. El primer asiento gubernativo fue Villa Occidental (actual Villa Hayes en el Paraguay), cuando el Presidente Sarmiento creó la Gobernación del Chaco en 1872. Luego, después de la devolución de la Isla del Cerrito por el Brasil, estuvo por breve tiempo en la Isla del Cerrito (desde el 1ro. De Noviembre de 1876 a Febrero de 1877), para retornar nuevamente a Villa Occidental hasta 1879. En este año Argentina debió entregar la Villa al Paraguay, en cumplimiento del fallo arbitral del Presidente Norteamericano Rutherford Hayes. Después de esto el Coronel Luis Jorge Fontana, en su carácter de Gobernador Interino, trasladó la sede del Gobierno a la localidad de Formosa, fundada por él el 8 de Abril de 1879, hasta 1884 cuando se organizaron los Territorios del Chaco y Formosa.
Coronel Manuel Obligado, Primer
Gobernador del Chaco. 1885-1887

Resistencia declarada Capital del Territorio.
     Cuando el Coronel Manuel Obligado fue designado Gobernador del Territorio del Chaco por decreto del 25 de Noviembre de 1885, se confió esta responsabilidad a un conocedor de toda la región, pues había sido Comandante de la Frontera Norte y en ese carácter había acompañado a la Comisión Exploradora Foster-Seelstrang a elegir el sitio y trazar la Colonia Resistencia en el paraje “San Fernando”. Tenía la misión de organizar y administrar el nuevo Territorio, proponer su división departamental y a su capital.
     Sobre la base de sus observaciones en el terreno, propuso a cada una de las colonias ya fundadas en el Chaco como cabecera de los departamentos. Estos eran: Avellaneda, Villa Ocampo, San Antonio de Obligado, Las Toscas, Florencia (en el actual territorio santafesino); y en lo que es hoy el Chaco, Resistencia, Guaycurú, Solalinde y Martínez de Hoz. Los límites eran los Río Paraná y Paraguay el Este y el Meridiano 60 al oeste, más allá del cual dominaban el territorio las aguerridas tribus originarias.
      Al hacer su propuesta, Obligado detalló la situación de las colonias ya fundadas, su población, progreso y sus comunicaciones terrestres y fluviales. En base a estos datos, el Vicepresidente de la Nación Francisco Madero –en ejercicio de la Presidencia en ausencia del Presidente Roca- dictó el Decreto del 21 de Febrero de 1885, por el cual se establecía la división departamental propuesta, se declaraba capital del Territorio al Departamento Resistencia (Artículo 3) y se  autorizaba al nuevo funcionario a fijar las cabeceras de los restantes departamentos.

Panorama poco promisorio.
      En esos momentos Resistencia apenas despuntaba como una población organizada. Se trataba de un modesto asentamiento donde supervivían 2.049 personas, habitando ranchos de paredes de estanteo y techos de paja, donde apenas se anunciaban ya algunas construcciones de ladrillo, todas circundadas de quintas y chacras, que alternaban con el espeso monte y el malezal, surcado el terreno por varios arroyos y riachos, alternados de tanto en tanto por lagunas y esteros.
    El poblado aún carecía de calles, y sólo contaba con sinuosos senderos mediante los cuales los pobladores de comunicaban entre sí. Subsistía el peligro de los ataques aborígenes, especialmente sobre las poblaciones más alejadas del núcleo principal. En los obrajes aún trabajaban muchos aborígenes pacíficos junto a la nutrida peonada de origen correntino. Escaseaban las comunicaciones, aún con localidades cercanas como el puerto de Barranqueras, adonde se podía llegar atravesando penosamente los cursos de agua y los senderos que se volvían intransitables los días de lluvia.

"Alistando troncos" óleo de Alfredo Pértile. Peones de obraje
de los alrededores de Resistencia.
Un informe realista.
      No obstante reconocer las ventajas de la situación de la Colonia con respecto a Corrientes, la fertilidad del suelo y la laboriosidad de sus habitantes, Obligado señalaba las grandes falencias que existían en materia de seguridad, caminos e infraestructura edilicia para las oficinas del gobierno. También deploraba la situación de los colonos, al expresar en uno de sus informes:
      “Encontrándose esta capital rodeada de bañados y sus caminos interceptados por cañadones y esteros, los pobladores no pueden exportar sus productos con ventaja, sino construyendo el referido camino, razón porque los colonos (… ) se encuentran desde hace siete años estacionarios y pobres (…) muchos de ellos no podrán pagar su deuda, y una vez que se construya el referido camino, podrán exportar sus productos sin el recargo de fletes que tienen ahora y que los hace no usufructuar su trabajo”.
     Para esa época ya se había concretado el trazado definitivo de la Colonia con la tercera y última mensura, a cargo del Agrimensor Carlos Tassier, la que fue aprobada por Decreto del 25 de Setiembre de 1884. Pudo así legalizarse la ocupación de las dos terceras partes de las 14.000 hectáreas que alcanzaba el perímetro de la nueva Capital, donde pastaban ya unas 10.000 cabezas de ganado vacuno, pertenecientes en gran parte a los colonos que arribaron en esos años.

Una visión de futuro.
      En la Resistencia de entonces no faltaban algunos tímidos adelantos: existían dos molinos movidos a vapor, varios hornos para ladrillos, una destilería de alcohol propiedad de Carlos Boggio ubicada en La Liguria, y algunos pequeños establecimientos industriales. Obligado, a pesar de las deficiencias descriptas, tenía fe en el desarrollo futuro de las colonias y de la extensa jurisdicción a su mando. En tal sentido se dirigió a las autoridades anunciándoles la necesidad de dotar a las mismas de sus instituciones civiles:
Mapa del Territorio del Chaco con los límites de
1884.

     “Los Territorios del Chaco, Sr. Ministro, son más poblados de lo que comúnmente se cree como lo va a demostrar el censo y lo puedo asegurar a V.E. por el conocimiento personal que tengo de aquellos territorios y su vecindario, y a beneficio de las leyes de tierras últimamente adoptadas por el Congreso Nacional, la población fluye rápidamente, razón por la cual hay urgencia en atender el establecimiento de autoridades civiles.”
     Sin embargo, poderosos intereses de empresarios codiciosos de la riqueza forestal chaqueña, lograron que el Congreso Nacional sancionase la Ley 1894 del 13 de noviembre de 1886, por la cual se fijó el límite sur del Territorio en el Paralelo 28, perdiendo así el Chaco todas las florecientes colonias que se encontraban al sur de esa línea hasta el Arroyo del Rey. Sumamente afectado por esta medida, que privaba a su Gobernación de las más fértiles y promisorias tierras, el Gobernador Obligado se trasladó a Buenos Aires y presentó su renuncia al cargo el 7 de Marzo de 1887, argumentando motivos de salud.
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 BIBLIOGRAFIA

Altamirano, Marcos. La colonización de Resistencia. Resistencia, Moglia, 2007.
Alumni, José. El Chaco, figuras y hechos de su pasado. Resistencia, Moro, 1951.
Gómez, Hernán. Historia de la Gobernación del Chaco. Buenos Aires, 1939.
López Piacentini, Carlos. Historia de la Provincia del Chaco, T. V. Resistencia, Región, 1979.
Maeder, Ernesto. Historia del Chaco. Buenos Aires, Plus Ultra, 1997.
Memorias del Territorio Nacional del Chaco. 1885-1899. Resistencia, Inst. de Historia, Fac. de Humanidades, UNNE, 1985.

martes, 12 de enero de 2016

ORIGEN DE LAS VOCES “CHACO” Y “GUALAMBA”

Explicación de los primeros cronistas.
     Desde el comienzo de la Conquista, los españoles dieron el nombre de “Chaco” o “Chaco Gualamba” a una extensa comarca boscosa que se encontraba al Oriente de la Provincia del Tucumán y de las sierras subandinas, y cuyos límites naturales por el Este llegaron a ser los ríos Paraguay y Paraná. Los diversos cronistas que se ocuparon de describir esta región y a los pueblos que la habitaban, nos dejaron distintas interpretaciones sobre el origen de este vocablo.
     El historiador jesuita del Siglo XVIII Pedro Lozano sostuvo que la voz “chaco”, de origen quichua, designaba a una gran junta o reunión de naciones indígenas, que encontraban en esa región un seguro refugio para sus correrías. Dice sobre esto en su “Descripción Chorográfica del Gran Chaco…”:
Imagen
Edición del S. XVIII de la obra de
Pedro Lozano sobre el Chaco
 “La etimología de este nombre, Chaco, indica la multitud de las naciones que pueblan esta región. Cuando salen a cazar los indios y juntan de varias partes las vicuñas y guanacos, aquella muchedumbre junta se llama Chacu, en lengua quichua, que es la general del Perú, y por ser multitud de naciones las que habitan las tierras referidas, les llamaron a semejanza de aquella junta, Chacu, que los Españoles han corrompido en Chaco.”

    Otros cronistas, como el también misionero jesuita Joaquín Camaño S. J., expresó que esta palabra tuvo su origen en un sistema de cacería de vicuñas que practicaban los naturales.
     Por su parte el cronista José Jolís S.J., en su “Ensayo sobre historia natural del Gran Chaco”, sostuvo que este nombre fue aplicado por los aborígenes a aquellos lugares donde existían gran variedad de animales y a las cacerías que allí se efectuaban. Agrega Jolís que en determinadas épocas estas cacerías eran realizadas por el Inca o por sus gobernadores, y que en dichos lugares se construían reparos de piedra donde se encerraban a los animales cazados. Uno de estos sitios más renombrados –denominados “chacu” por los indígenas- se ubicaba en la jurisdicción de la ciudad de Salta, al Este de la ciudad de Jujuy. De este sitio tomó el nombre toda la región boscosa que se extendía de esta ciudad hasta la ciudad de Tarija (actual Bolivia).
      El Padre Martín Dobrizhoffer S.J., en su “Historia de los Abipones” también vinculó al nombre “Chacu” con las cacerías que efectuaban los aborígenes, pero señaló que esa voz quichua designaba a “un cúmulo de fieras muertas en la caza y colocadas en el mismo lugar”, y que como esa región era asilo y refugio de muchos pueblos indígenas, se le dio el nombre de “Chaco” desde muy antiguo.
    El misionero jesuita Gaspar Osorio, precisó mejor en 1630 la ubicación geográfica  del Chaco: “Está el Chaco en el riñón y en el medio de estas provincias que le tienen como cercado, que son Potosí, La Plata, Santa Cruz de la Sierra y Tucumán.”

La cacería de “ojeo”.
      El ya citado Padre Camaño en su obra “Noticia del Gran Chaco” escrita en,  1778 describe la cacería de vicuñas que realizaban los aborígenes de Humahuaca, en el Norte de la provincia de Salta, en términos muy gráficos:
      “El modo de cazarlas es distribuirse muchos cazadores de una compañía por los contornos de un determinado sitio, que tienen señalado, y dispuesto, o como murado para este fin: espantarlas por todas partes hacia el tal sitio, y cercarlas en él unos, mientras los otros dentro de aquel recinto las van corriendo y cogiendo, o derribando con las armas de caza que llevan. Este modo de cazar, y la junta misma, o recluta misma que hacen de vicuñas, o de cualquiera otra especie de animales, que cazan en esa manera, se llama Chacu en la Lengua General del Perú, que dichos indios hablaban y hablan hasta el presente. El mismo nombre dan a los sitios que tienen destinados para esa especie de caza.”
       El Padre Camaño también nos explica de qué manera este nombre pasó a designar a las tierras situadas al Oriente de la ciudad de Jujuy, hasta ser aplicado a toda la extensa llanura boscosa conocida posteriormente por “El Gran Chaco”. Dice que los conquistadores españoles que ocuparon la parte Norte del Tucumán, en su trato con los aborígenes escuchaban con frecuencia que éstos querían ir al Chacu, significando que deseaban dirigirse a cazar o al sitio o lugar de cacería. Como aquellos no entendían bien el significado de estas expresiones, creyeron que los naturales llamaban Chacu a aquellas tierras a donde iban o adonde señalaban cuando se les interrogaba hacia donde quedaba esa comarca. Así terminaron designando con ese vocablo a toda la extensa región situada al oriente de Chichas en el Norte de Tucumán, y continuaron haciéndolo a medida que penetraron con sus expediciones, a falta de otro topónimo. De este modo, un nombre que al principio sólo designaba una zona reducida de la frontera del Tucumán, bañada por el Río Bermejo en su curso Superior, terminó designando a toda la inmensa región que ocupa el centro de América del Sur y es compartida por Argentina, Paraguay y Bolivia.


La primera mención documental.
    La primera vez que la voz “Chaco” se aplica en sentido toponímico o geográfico es –según el Historiador López Piacentini-  en la Probanza de Servicios de Cristóbal González del 13 de Enero de 1589, un miembro de la expedición organizada por el Gobernador del Tucumán Ramírez de Velazco con la finalidad de fundar una ciudad en las márgenes del Río Grande o Bermejo. En este documento el Gobernador señala que “Chaco Gualamba es la otra parte del Río Bermejo, cerca de la Cordillera de los Chiriguanos.” Como se ve, estas tierras, situadas al Sudeste de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, estaban muy lejos de abarcar toda la región que posteriormente fue conocida como El Gran Chaco. Un mapa de Sansón D`Abbeville de 1650 documenta la zona restringida situada al Norte del Río Bermejo, que entonces era conocida con ese topónimo. Pero la cartografía jesuítica del Siglo XVIII registra muy bien la amplitud geográfica que había adquirido posteriormente esa designación.
Mapa del Chaco del Siglo XVIII incluida en la obra
"Historia de los Abipones" de Martín Dobrizhoffer
     En el mismo sentido se pronuncia el historiador Ramón Tissera en un escrito sobre el origen del nombre “Chaco” y “Chacogualamba” publicado en la Revista de la Junta de Historia del Chaco, aunque advierte que el Gobernador Velazco sólo menciona la palabra “chaco” en toda su correspondencia posterior. Agrega que pocos años después otro documento menciona nuevamente a este topónimo. Se trata de una solicitud del Teniente de Gobernador Francisco de Argañaraz a la Audiencia de Charcas, para que se lo autorice a “…la conquista de los chacogualambas, tierra incógnita a la vuelta de la cordillera de Jujuy”. En este caso el peticionante advierte que ese nombre hacía referencia al gentilicio de los pobladores y no al territorio que habitaban.
      Como podemos ver, desde los primeros registros documentales la voz “chaco” queda asociada al vocablo “gualamba”, haciendo más compleja todavía su interpretación.

Interpretaciones modernas.
Los historiadores que se ocuparon del pasado de nuestra región a partir del Siglo XX también trataron de dilucidar el significado de la palabra Chaco y de su aplicación a esta extensa región del Continente Americano. Así, Enrique de Gandía en su obra: “Historia del Gran Chaco” (1929) señala que la voz “chacú” fue explicada por varios cronistas de la Historia del Perú como el principal sistema de cacería empleada por los pueblos del incario, en el cual participaban miles de aborígenes quienes armando un gran cerco y en medio de un gran vocerío, lograban encerrar a muchos animales para después ultimarlos con facilidad. Estas cacerías eran también motivo de fiestas y regocijo para las tribus participantes.
     El mismo Enrique de Gandía señala que otra acepción de esta palabra significaba la multitud de naciones indígenas que poblaban la región, y que siguiendo una regla constante en la formación de los nombres, por extensión este vocablo pasó a designar al territorio donde tenían lugar esas cacerías y a los pueblos que la practicaban.
     Con respecto a la manera como este sistema de cacería llegó a la región, el Padre Gabriel Tomassini en su obra “La Civilización Cristiana del Chaco” (1937) nos trae una versión que se apoya en una tradición, recogida por el Padre Alcaya, Cura de Mataca (en la actual Bolivia) en una “Relación” enviada al Marqués de Montesclaros. Refiere que un descendiente del linaje Inca vino a conquistar una vasta y rica región situada al Norte del Río Parapití, antes de la llegada de los españoles. Este personaje, ya sea aventurero o un dignatario del incario llamábase Guacane, y una vez establecido su poder en esta tierra, introdujo esas cacerías originarias del Perú conocidas con el nombre de chacú. Lo más probable es que esta versión no sea más que una interpretación legendaria de la dominación incaica, la cual trajo a la región del Tucumán prácticas y ceremonias propias del imperio incaico. La abundancia de animales de caza en la región boscosa de las estribaciones de la sierra y de tribus numerosas adaptadas a ese medio, pudo haber incentivado en los gobernadores incas el deseo de trasladar a la misma la práctica del chacu como una manera de mantener sujetos y fieles a los belicosos pueblos indígenas de estas comarcas. Cuando los españoles llegaron a estas comarcas en el siglo XVI se sorprendieron al encontrar está práctica de cacería muy extendida entre los pueblos aborígenes de la región.
     A su vez, el historiador correntino Hernán Gómez en su “Historia de la Gobernación del Chaco”, sostiene que al principio de la Conquista nuestra región recibió varias denominaciones, que variaban según las distintas secciones geográficas, las cuales incluían el nombre de las diversas tribus autóctonas. Posteriormente estas denominaciones se unificaron en la de Gran Chaco, debido a que recibía el nombre de “Chaco” el territorio de los Chanés, pueblo situado entre los ríos Guapay y Parapití en el sector Nordeste de la región chaqueña, dentro de lo que es hoy jurisdicción boliviana. Según la tradición, el sistema de caza colectiva denominado “chacu” fue introducida por Sinchi Roca, hijo de Manco Capac, emperador de los Incas, en el territorio bañado por el Río Guapay habitada por los Chanés. Dice Gómez que esta modalidad de cacería que empleaba hasta a cinco mil hombres, necesitaba de una autoridad eficaz y superior para coordinar la acción de tantas tribus y también para asegurar una distribución equitativa de la caza lograda, sin que se generen conflictos. Finalmente los cartógrafos y viajeros, por desconocer los límites geográficos del hábitat de los chanés, extendieron y aplicaron el nombre de Chaco a toda la región comprendida por los río Paraguay, Paraná y Salado.
     El Historiador Ramón Tissera, ya mencionado, y que se ocupó de dilucidar esta cuestión en varios escritos, resumió en su obra “Chaco. Historia General” publicada después de su muerte, el origen prehispánico del vocablo:
     “Se sabe ya que los nombres Chaco o Chacogualamba designaban inicialmente un breve territorio marginal de la frontera tucumana, casi irrisorio respecto a la dilatada región que hoy conocemos con esos nombres. En segundo término, desde mucho antes de llegar a oídos de los españoles el raro topónimo, éste ya era común entre la población indígena del Tucumán de la conquista, como referencia a tierras y gentes extrañas pero no desconocidas.”
     
       Hay que agregar que la palabra “chaco” posteriormente evolucionó y en las culturas andinas designó a las llanuras donde anteriormente se realizaban las cacerías, a las haciendas establecidas en aquellas llanuras y a los corrales de ciertas dimensiones donde se encerraba a las vicuñas o a otros animales. Actualmente se practica en algunas zonas de la Provincia de Catamarca el arreo de vicuñas con la finalidad de esquilarlas y aprovechar su lana para el tejido de diversas prendas. Este arreo recibe el nombre de “chaku” en recuerdo de las que antiguamente se realizaban en el Perú.
       Por su parte, el historiador Dr. Ernesto J. Maeder, sostiene en su obra “Historia del Chaco”, que al contrario de lo que ocurrió en el NO argentino, los conquistadores que exploraron la región desde el Este, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca y el primer historiador asunceño Ruy Díaz de Guzmán “…nunca aludieron al Chaco, sino que se refirieron más bien a la Provincia del Río Bermejo, a los Llanos de Manso, e incluso al Valle Calchaquí, que curiosamente designó durante mucho tiempo al hoy Chaco santafesino.”



Cacería de yaguaretés entre los Mocobíes según el Padre Florián Paucke (S.XVIII)
La voz “gualamba”
     Ya vimos como en los primeros documentos de la Provincia del Tucumán a fines del Siglo XVI la voz chaco aparece estrechamente vinculada o unida al vocablo gualamba, cuya etimología también fue objeto de muchas interpretaciones y opiniones encontradas por parte de los estudiosos del tema. El ya citado P. Gabriel Tomassini nos aporta una interpretación del notable etimólogo Mons. Pablo Cabrera,  quien sostuvo que dicho vocablo no era de origen quichua sino que pertenece al léxico de la lengua kakana o diaguita, y que tuvo su origen en la denominación de pueblos encomendados a la ciudad de Talavera de Esteco, situada en la jurisdicción de la ciudad de Salta, en la zona limítrofe con la región chaqueña.
     Según esta interpretación, la voz en cuestión se compone de “gual” cuya traducción es grande, y “ampa”, con sus variaciones “amba”, “mampa”, y “mamba”, que se traduce por agua o río, siempre en la lengua mencionada. De esto se desprende –siempre siguiendo a Mons. Cabrera- que el vocablo gualamba puede traducirse como Río Grande, que es la denominación con la que se conocía entonces al Río Bermejo en su curso superior.

     Esto está corroborado por la documentación relativa a las encomiendas otorgadas a vecinos de la ciudad de Esteco en 1574 por el Gobernador del Tucumán González de Abreu, donde se hace referencia a parcialidades aborígenes de la jurisdicción de esa ciudad, cuyo nombres terminan con la desinencia gualamba: Otomogualamba, Pagualamba, Viticogualamba, Niogualamba, etc. Es decir que dichos nombres o gentilicios designaban a las distintas parcialidades y también de donde provenían, o su tierra de origen, que podría tratarse de las proximidades del Río Grande o Bermejo.
      Para el historiador Tissera, el vocablo Chacogualamba con el que se designaban a sí mismos los del grupo Lule que habitaba esa región del Chaco, era un gentilicio y no un nombre geográfico. Gualamba era el sufijo con que este grupo componía su gentilicio, al igual que los otros grupos ya mencionados y que fueron encomendados a los vecinos de Esteco. De allí deduce este autor que el nombre chacogualamba significa ni más ni menos que “gente del Chaco”, apelativo que adoptaron los Lules al irrumpir y asentarse en la región
     Por su parte el etnólogo argentino Antonio Serrano, en su clásica obra “Los aborígenes argentinos”, señala que en el momento de la Conquista, el territorio comprendido entre el Río Salado y el Río Grande o Bermejo, o sea el actual Chaco Salteño en su parte meridional y el sector Noroccidental de la Provincia del Chaco, estaba poblado por pueblos pertenecientes al complejo étnico Lule-vilela-tonocoté cuyo idioma común era el Tonocoté, de la cual los jesuitas compusieron un “Arte y vocabulario”. A este complejo pertenecían los Mataráes y los Guácaras, con los cuales el fundador de Concepción del Bermejo Alonso de Vera fundó tres pueblos en 1585.
Se realizó la esquila de vicuñas denominada “CHAKU”
Pobladores del Departamento de Belén en Catamarca,
Argentina, practicando el "chaku" o captura y esquila de
 vicuñas con el antiguo sistema incaico
     De estos pueblos, los Tonocotés y Matarás eran agricultores y sedentarios, mientras que los lules eran nómades y de índole más guerrera. Para el tema que nos ocupa, importa destacar lo que dice Serrano sobre sus gentilicios. “Es de hacer notar que casi todos los gentilicios de parcialidades lules de Socotonio [en el actual Chaco Salteño al N.O. de la Provincia de Santiago del Estero] terminan en “gualamba”, característica sin duda del idioma o dialecto de estos lules”. Al respecto menciona como pertenecientes a los Lules, las parcialidades “dipetegualamba”, “lancogualamba” y “lacinogualamba” que aparecen citados en documentos del Siglo XVI.  Agrega Serrano que estos pueblos se dedicaban a hacer acopio de cera y miel, con los cuales ejercían un activo comercio con los españoles de las ciudades de Esteco y Santiago del Estero.
      Con una parte de estos pueblos los españoles fundaron reducciones a lo largo del Río Salado. Aquellos pueblos que no se sometieron se fueron corriendo al interior del Chaco y sobre las riberas del Bermejo para huir de la dominación hispánica, en una emigración que se prolongó hasta el siglo XIX. Un ejemplo extremo de este movimiento migratorio lo constituyen los Vilelas, quienes se radicaron primero en las orillas del Bermejo Medio para terminar habitando en los alrededores de Resistencia en la segunda mitad de aquel siglo. La designación de nuestra región como “El Gran Chaco Gualamba”, pudo tener su origen en el desplazamiento de aquellas parcialidades hacia el interior del territorio, motivando que los españoles y sus descendientes los hispanocriollos, designaran con ese nombre a toda la inmensa región boscosa que se extendía al Este de sus poblaciones, sin advertir que estaba habitado por otros pueblos racial y étnicamente muy diferentes, como lo eran los del complejo Guaycurú (tobas, abipones, mocobíes, pilagáes) y Mataco-mataguayo (matacos, maccás, mataguayos, chorotes, etc.) llamados “chaquenses típicos” por la Antropología moderna.

       De toda esta compulsa documental y bibliográfica podemos concluir que la voz “Chaco” designó a un sistema de cacería de ojeo practicada por los pueblos indígenas de la región e introducida durante el período de la dominación incaica en el Noroeste del Territorio Argentino, a las tierras en que se practicaba y a la multitud de pueblos que se reunían para tal fin. Y con respecto a la voz “Gualamba” que acompaña  en muchos documentos y mapas antiguos al nombre anterior, indicaba en su versión más aceptada, la procedencia de los pueblos que originariamente practicaban este sistema de caza, esto es el Río Grande o Bermejo, o bien el gentilicio de uno de esos pueblos. El desconocimiento geográfico por parte de los españoles motivó que poco a poco aplicaran este topónimo a toda una extensa región, como un modo de unificar la multitud de nombres que hasta entonces se aplicó a la misma.



BIBLIOGRAFÍA

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FURLONG, Guillermo, S. J. Joaquín Camaño y su Noticia del Gran Chaco (1778) Buenos Aires, Librería del Plata, 1955.
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JOLÍs, José. S.J. Ensayo sobre la Historia Natural del Gran Chaco. Resistencia, Facultad de Humanidades, U.N.N.E., 1972.
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LOZANO, Pedro, S. J. Descripción Chorográfica del Gran Chaco Gualamba. Buenos Aires, 1941.
MAEDER, Ernesto J. Historia del Chaco. Buenos Aires, Plus Ultra, 1996.
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