jueves, 25 de agosto de 2011

PUEBLOS ORIGINARIOS DEL CHACO: PARTE III

Rasgos etnográficos.

Familia toba del Gran Chaco a fines del S. XIX
    Se describirán los rasgos culturales que portaban los pueblos de la región chaqueña desde sus primeros contactos con los europeos en el Siglo XVI hasta su total sometimiento entre fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX. Estos rasgos se fueron modificando a lo largo de esos siglos, tanto por la influencia de otros pueblos como por el brutal impacto que significó para estos grupos originarios la pérdida de sus territorios y su ambiente natural a manos de la sociedad occidental. Pero una parte de estos hábitos, creencias y costumbres se mantienen en los grupos actuales, conviviendo con otros rasgos de la sociedad criolla que la necesidad les obligó a incorporar a su cultura.

Economía y subsistencia.
    La base de la economía de los pueblos chaquenses estaba dada por la recolección de frutos silvestres, la caza y la pesca. La agricultura se practicaba de manera rudimentaria y en poca escala. Algunos pueblos estaban condicionados por el medio en que habitaban. Por ejemplo: los wichis que vivían en los bosques practicaban la caza en forma predominante, y los que moraban en las riberas de los ríos se dedicaban a la pesca durante todo el año.
    Los frutos silvestres preferidos eran la algarroba -de la cual extraían su principal bebida-, el chañar, el molle, la tusca, frutos de tuna, porotos del monte, tasi, diversas raíces y cogollos de palmera. La labor de recolección era practicada por las mujeres, quienes exploraban sistemáticamente los alrededores de la toldería hasta una distancia de una jornada. La algarroba que madura entre noviembre y febrero era su principal alimento, pues este período junto con el de la pesca entre abril a junio, constituían la época de mayor abundancia de alimentos.
    Una parte de la algarroba recolectada en la época de fructificación se almacenaba en trojas que construían junto a las viviendas, en previsión de los períodos de escasez. Los Wichis eran muy aficionados a la miel silvestre de la cual conocían 16 clases distintas. Los Mocobíes, por su parte, recogían grandes cantidades de langostas a las que consumían tostadas al fuego o cocinadas en una olla con agua.
     El seminomadismo que practicaban estos pueblos se debe en gran parte a la necesidad de trasladarse a los lugares donde en una época del año abundaba determinado fruto recolectable según la época de fructificación. O bien, el agotamiento de un recurso en un lugar los obiligaba a desplazarse a otra zona del territorio que constituía su hábitat.

Mocobíes cazando pecaríes según el P. Florian
Paucke (S.XVIII)

La caza.
     La caza era una actividad común y de gran predicamento entre los pueblos chaquenses. No olvidemos que el nombre Chaco deriva de la voz quichua "chacu" que siginifica "territorio de cacería".   La caza se efectuaba en forma individual o colectiva y puede decirse que no tenía una época determinada. En toda familia había siempre un miembro que se dedicaba permanentemente a esta faena.
     Las carnes más preciadas eran las del ñandú, el tapir, el venado, la corzuela y el pecarí. Poseían diversos métodos de cacería. Para la del ñandú empleaban un disfraz consistente en un armazón cónico de hojas y ramas que les permitía acercarse a la presa sin ser descubiertos hasta tenerlos a tiro. Además, utilizaban el fuego para encender los pastizales y obligarlos a dirigirse hacia donde los acechaba el cazador. Los Mocobíes eran muy afectos a la caza de los pecaríes, los cuales eran acorralados con la ayuda de los perros y luego ultimados a golpes de macana.
     Las armas utilizadas para la caza eran por lo general el arco y la flecha, además la lanza y la macana o maza de madera. Los arcos eran de sección rectangular y las cuerdas eran de tiras de piel trenzadas. Las puntas de flecha eran originariamente de madera endurecidas al fuego o de huesos de animales aguzados, pero posteriormente se usó el hierro por comercio con los blancos. También se usaban trampas consistentes en lazos de cuerda accionados por varas flexibles.


Aborígenes pescando en el Pilcomayo

La pesca.
     La pesca ocupaba un lugar importante en la economía de aquellos pueblos que habitaban las riberas de los grandes ríos como el Bermejo o el Pilcomayo. Su práctica se efectuaba de diversas maneras. Por medio de un arpón que consistía en una vara larga de varios metros, en cuyo extremo estaba atada una varilla en la que descanzaba flojamente el arpón, hecha del extremo agudo de un cuerno de vacuno. Esta punta se hallaba sujeta a la mano del pescador por medio de una cuerda que corría a lo largo del palo. Una vez arrojado el artefacto, el arpón se clavaba en el pez y se desprendía del palo. El pescador podía entonces recoger la pieza por medio de la cuerda.
     En cuanto a la pesca con red, consistía en atar por los extremos dos varillas largas y flexibles de las que pendía la red. El pescador se sumergía en el río y cuando sentía haber atrapado a uno o varios peces  la retiraba del agua. La pesca colectiva o en grupo se hacía mediante un cierto número de hombres que ubicados en fila desplegaban una red y avanzaban en sentido contrario a la corriente. Sumergían la red y luego de recorrer un trayecto se cerraban sobre la orilla y acorralaban a gran cantidad de peces que atrapaban y los arrojaban a la costa. En el Pilcomayo y el Bermejo todavía se practican estos métodos de pesca.

Vivienda aborigen enla zona del Impenetrable

La agricultura.
    La agricultura era una actividad secundaria entre los chaquenses. Su conocimiento les vino por contacto con otros pueblos que lo practicaban como los Lule-vilelas por el Oeste y los Guaraníes de la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay por el Este. Por eso los grupos más sensibles a esas influencias eran los Wichis y los Pilagás del ángulo Noroeste de la región chaqueña.
     Las áreas de cultivo eran pequeñas, pues no pasaban de 15 metros de largo por 6 de ancho y estaban ubicadas en lugares recónditos o bien protegidos por cercos de ramas espinosas. Los hombres eran los encargados de la plantación y del cuidado de la huerta, y las mujeres de la cosecha. La siembra se efectuaba por medio de hoyos pracitcados en la tierra con palas de madera. No se utilizaba el riego, la extracción de maleza y la remoción de la tierra.
     El producto era consumido por la familia que sembraba compartiéndolo con algunos amigos, y su volumen alcanzaba para suministrar alimento durante algunas pocas semanas al año. Las especies más cultivadas eran el maíz, el zapallo, las calabazas y el tabaco.

Pipas chaquenses construidas en madera y hueso

La vivienda y el mobiliario.
     Según las antiguas crónicas, la vivienda de los pueblos Guaycurúes conistía simplemente en dos esteras desarmables y portables que utilizaban como paravientos. Este tipo de vivienda que no desapareció del todo hasta épocas relativamente recientes, fue reemplazado por otro consistente en armazones de ramas cubiertos con paja, de planta ovoide de 2 a 3 metros de ancho por 15 metros de largo. Los Wichis, por su parte, construían chozas hemisféricas cupulares de planta circular de 2 a 3 metros de diámetro. Mientras que en los Guaycurúes cada unidad podía albergar de 20 a 30 individuos y todas se agrupaban en semicírculo o en línea recta, entre los Wichis cada vivienda albergaba a una sola familia y el conjunto no guardaba orden alguno. Entre el grupo de chozas quedaba siempre un espacio libre donde jugaban los niños, se realizaban los bailes tribales y en ocasiones las borracheras colectivas.
     El armazón de las vivienda en ambos pueblos consistía tradicionalmente en ramas encorvadas que se cubrían con paja, dejando un espacio abierto para la entrada. Posteriormente se adoptó, tal vez por vía de préstamo cultural, el caballete como elemento principal, sobre el cual se asentaba el ramaje o la paja.
Familia Toba junto a su vivienda. Foto
Museo Ichoalay.
     El moblaje era precario. Bolsas de fibra de caraguatá conteniendo utensilios pendían de horquetas enclavadas en el piso. la cama era un cuero tendido en el suelo; vasijas de barro que contenían agua colgaban del techo o de las ramas que lo sostenían, o bien se amontonaban en un rincón. Las armas se acomodaban entre las pajas de la techumbre. Por influencia de los Chiriguanos, algunas trius del Chaco occidental usaron el taburete de madera liviana para sentarse. Esta precariedad estaba explicada por el hábito seminómade de estas tribus, ya que estos elementos debían ser transportados en los frecuentes traslados de un sitio a otro.

Joven mujer Maccá del Chaco Paraguayo
con tatuajes faciales

Vestimentas y adornos.
     La vestimenta típica usada tanto entre los guaycurúes como entre los wichis desde épocas muy antiguas era el manto de pieles de origen patagónico. Consistía en varios cueros de nutria, venado o zorros cosidos entre sí con el pelo hacia dentro y la parte exterior decorada con figuras geométricas negras y rojas. Por influencias andinas fue usado el manto de lana especialmente por los hombres. Esta prenda se llevaba sujeta por una faja de lana tejida. Las mujeres por su parte usaban un trozo de piel sujeta por un cinturón del mismo material. Posteriormente esta prenda fue confeccionada con tejidos de lana, de fibras de caraguatá o algodón.. Entre los wichis también era común el uso de una camiseta tejida al "crochet"con fibras de caraguatá. Completaban la vestimenta de estos pueblos vinchas de color, aderezos de plumas en la cabeza y en los tobillos, además mocasines de uso frecuente entre los Pilagás, y la ojota de cuero de vaca o tapir de origen andino.
     Eran muy aficionados al tatuaje facial y a las pinturas corporales. Entre sus adornos característicos se contaba el tarugo cilíndrico en el lóbulo de la oreja y el barbote en el labio inferior, también llamado "tembetá" (barbilla) por los guaraníes. El tatuaje facial y el uso de collares de conchillas era común a ambos sexos.


Madre aborigen, según Palavecino.
 Industria cerámica y textil.
      La alfarería y el trejido constituían las principales artesanías de los chaquenses, aunque también practicaban y aún practican la cestería y la talla en madera. Todas estas artesanías son practicadas actualmente por todos los grupos de la región y son los elementos culturales que más se han difundido en la sociedad criolla. Una feria anual en la ciudad de Quitilipi reúne a artesanos de toda la región chaqueña.
      La alfarería estaba muy difundida entre los Wichis, Pilagás y Mocovíes, aunque también la practicaron los Tobas. Las mujeres generalmente eran las encargadas de esta tarea. Empleaban el procedimiento del rodete en espiral, fabricaban piezas de forma subglobular de amplio cuerpo y cuello estrecho, con dos asas pequeñaspor donde pasaba el hilo que servía de sostén. También fabricaban piezas en forma de escudilla, ollas, cántaros de boca ancha y vasos globulares. Aunque la decoración no era frecuente, cuando la utilizaban consistía en impresiones dactilares o con la aplicación de series de pequeñas bolitas cuando la arcilla estaba aún húmeda.
      La técnica más antigua de tejido era la empleada con las fibras del caraguatá o chaguar. Una vez extraída ésta de la hoja mediante golpes con un palo, se retorcía en cordones de distintos grosores según los tejidos a confeccionar. Estos se realizaban al "crochet" fabricándose bolsas, las "yicas", o camisas. El empleo de hilos teñidos con tinturas obtenidas de distintas plantas y de la corteza de algunos árboles, facilitaban la obtención de dibujos decorativos de carácter geométrico. Los Wichis eran y aún son muy hábiles en esta técnica textil. El telar utilizado era de factura muy simple y su procedencia parece ser andina. Con este elemento confeccionaban ponchos y fajas de fina hechura con dibujos de gran tamaño muy variados, utilizando preferentemente la lana.


Mujer aborigen modelando cerámica.
 Organización social y gobierno
      La familia era de base monogámica aunque el cacique acostumbraba a tener varias mujeres de distinta edad. La mujer tomaba generalmente la iniciativa en las relaciones amorosas con el hombre, y. pese a que no le estaba vedada la vida sexual antes del matrimonio, una vez casada permanecía por lo general fiel al marido. Entre los Abipones se practicaba el casamiento por compra y entre los Tobas era común que el pretendiente se presentara en la casa de la pretendida mostrando los productos de su caza, para demostrar que podía mantener a una mujer.
      La educación del niño estaba destinada a prepararlo para la vida adulta. Con ese fin el varón aprendía el manejo de las armas y la práctica de la caza y de la pesca, acompañando a partir de cierta edad al padre en estas actividades; así se fortalecía para soportar los rigoes del medio y las privaciones. La niña acompañaba a su madre a todas partes y aprendía a realizar las tareas domésticas de la tribu.


Cacique Mocobí con vestimenta típica
según el P. Florián Paucke (S.XVIII)
       La organización social de los chaquenses era de carácter tribal y la jefatura recaía en un cacique hereditario. No obstante su estructura no era muy rígida pues el cacique ostentaba en tiempo de paz un poder muy limitado. Todas sus decisiones debían ser consultadas previamente con un consejo de jefes de familia. Unicamente cuando se decidía una incursión bélica contra otra tribu o cuando había que defenderse de un ataque, el cacique aumentaba su autoridad y hasta podía dar muerte a quien se mostrase temeroso en el combate o no respetase sus órdenes. La sucesión recaía en el hijo mayor o periente cercano del cacique, pero siempre que fueran considerados aptos para ejercer el gobierno. Eran condiciones esenciales para ser cacique conocer los mejores lugares de caza y pesca y demostrar habilidad y arrojo en los combates.
      No existía la propiedad privada como la conocemos en la sociedad occidental. La propiedad de la tierra era comunitaria, las tribus se distribuían los respectivos terriorios de caza y se compartían comunitariamente las piezas obtenidas durante esa actividad.


Dibujos chaquenses sobre calabazas, según
Dick Ibarra Grasso
 Creencias religiosas.
      La religión de todos estos pueblos era de carácter animista, es decir creían que un "'ánima" habitaba en todos los seres y cosas. Los Tobas creían en un ser superior al que llamaban "Ayaic", "Paiyac" o "Payack".a quien recomendaban la protección de las almas. Más que un Ser Supremo, como se concibe a Dios en otras religiones, se trataba de un espíritu protector. Antonio Serrano crée que se lo puede identificar con el "Ahar-agichi" de los Abipones del Siglo XVIII, del cual nos dice Dobrizhoffer que era llamado cariñosamente "abuelito" y estaba representado en el cielo por las Pléyades o constelación de los Siete Cabritos.

Collar de conchillas usado por los chaquenses
       La mayoría de los autores sostiene que los Wichis poseían la idea de un ser supremo, aunque esta idea no estaba bien definida. En cambio creían que el mundo celeste estaba habitado por un conjunto de dioses buenos y malos a quienes daban el nombre de "aittah". De este conjunto distinguían a uno más benigno y de mayor jerarquía, a quien llamaban "aittah-talac" o "el viejo". Creían además que el mundo terrenal estaba habitado por los "ahots" que moraban en los cementerios o cerca de donde vivía la gente. Según esta creencia, cada hombre o mujer llevaba encarnado  en vida un espíritu o aoot, que después de su muerte moraba bajo tierra y salía por las noches a recorrer los lugares que había frecuentado el difunto, como lo afirma Amadeo Baldrich.
      Los intermediarios entre los seres superiores y los hombres eran los shamanes o hechiceros que tenían gran autoridad dentro de la tribu. Ejercían la medicina mediante prácticas mágicas y extraían el maleficio que se había apoderado del cuerpo cuando había una enfermedad, mediante exorcismos. Aunque no adoraban a los astros creían en la acción benéfica de la luna en ciertas actividades, por lo cual realizaban bailes ceremoniales para invocarlos. Creían en la existencia del más allá o de la vida después de la muerte como se dio en todas las culturas aborígenes de América. Por ello sepultaban a sus muertos en posición fetal y acompañado de un ajuar funerario. Los Wichis sepultaban a sus caciques o personas principales de la tribu en plataformas ubicadas en los árboles. Posteriormente retiraban los huesos y los enterraban en una fosa.Todas estas creencias fueron profundamente modificadas por la introducción moderna de cultos protestantes pertenecientes a iglesias evangélicas y luteranas.

Mujer wichi con botijo
según Palavecino
       Para explicar el origen del mundo, del hombre, de los animales y de todas las cosas se valían de mitos y leyendas que eran relatados por los más ancianos de la tribu, que pasaban así a ser los depositarios de la tradición tribal. Un mito toba relata que con motivo de un gran fuego que arrasaba la tierra, una hechicera escondió por orden de Dios a todos los hombres y mujeres en las profundidades de la tierra. Una vez pasado el fuego ordenó a todos que salieran con los ojos cerrados. Aquellos que no lo hicieron así se convirtieron en los animales que pueblan la tierra. Según un mito de los Wichis sobre el origen de los hombres, de las cuatro parejas que salieron de la cueva del escarabajo salieron las cuatro parcialidades que integran la población wichi.


Adorno tejido con lana de los chaquenses
Según Antonio Serrano









FUENTES CONSULTADAS.
BALDRICH, Amadeo. El Chaco Central Norte. Buenos Aires, Peuser, 1890
CANALS FRAU, Salvador. Las poblaciones indígenas de la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1973.
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DOBRIZHOFFER, Martín S. J. Historia de los Abipones. T. II. Resistencia, Fac. de Humanidades, U.N.N.E, 1968.
FONTANA, Luis Jorge. El Gran Chaco. Buenos Aires, Solar-Hachette, 1977.
IBARRA GRASSO, Dick. Argentina Indígena y prehistoria americana. Buenos Aires, T.E.A., 1967
LOS GRUPOS ABORÍGENES.  En la Custodia Provincial de de Misioneros Franciscanos en Salta. Cuadernos Franciscanos. Salta, Convento de San Francisco, 1977.
MARTÍNEZ SARASOLA, Carlos. Nuestros paisanos los indios. Buenos Aires, Emecé, 1992
MIRANDA, Guido. El Paisaje Chaqueño. 2a. edic. Resistencia, Consejo Gral. de Educación de la Provincia del Chaco, 1961

MIRANDA BORELLI, José. Etnohistoria del Chaco. Resistencia, Región, 1976.

Artesana aborigen tejiendo con fibras de chaguar

MIRANDA, José. y ALTAMIRANO, Marcos. Los aborígenes del Chaco. En: Aportes para la Historia del Chaco. Resistencia, Biblioteca El territorio, 1968.
PALAVECINO, Enrique. Las culturas aborígenes del Chaco. En: HistoriPAa de la Nación Argentina, Vol. I, 2a. Ed. Buenos Aires, El Ateneo, 1943
SERRANO, Antonio. Los aborígenes argentinos. Síntesis etnográfica. Buenos Aires, Nova, 1947
TOMASSINI, Gabriel. La civilización cristiana del Chaco. 1a. Parte. Buenos Aires, Librería Santa Catalina, 1947
    
   

domingo, 21 de agosto de 2011

PRESENTACIÓN DE LA OBRA "CHACO, SU HISTORIA EN CIFRAS"


  Por invitación del economista Orlando Ferreres tuve el honor de participar en la obra "Chaco, su historia en cifras" editada por la Fundación Norte y Sur y el Consejo Federal de Inversiones, con el comentario "Panorama Histórico del Chaco" Lo que sigue es la crónica de la presentación del libro el 8 de Agosto como parte de los actos celebratorios del 60 aniversario de la Provincialización del Chaco.


Diario "NORTE" Resistencia, Chaco.

Locales
Chaco en cifras: una compilación inédita de las estadísticas provinciales históricas
Martes, 09 de Agosto de 2011 - Publicado en la Edición Impresa

El economista Orlando Ferreres y la directora del proyecto Marta Barros, junto al gobernador Jorge Capitanich, presentaron ayer en sociedad el libro “Chaco, su historia en cifras”, una obra que en 580 páginas conforma una base de datos históricos, con estadísticas sociales, económicas, financieras, fiscales e institucionales de la provincia.

Se trata de una iniciativa inédita, ya que el Chaco es la primera provincia que realiza una compilación estadística de este tipo.
Fue una de las múltiples actividades para celebrar el 60º aniversario de la provincialización del Chaco. En el Salón Obligado, tras descubrir varias placas alusivas al aniversario de la provincialización, el primer mandatario provincial acompañó la presentación del libro que contiene varios capítulos en los que colaboran personalidades de renombre. Además del aporte del gobierno de la provincia, el trabajo fue posible gracias a las tareas de la Fundación Norte Sur y del Consejo Federal de Inversiones (CFI), que estuvieron a cargo del procesamiento de la información y el financiamiento, respectivamente.
“Se buscó elaborar un sistema de información y cifras que permita identificar series de estadísticas históricas, y compilarlas y condensarlas en un texto que sirva de base para una actualización periódica y sistemática”, explicó Capitanich.

Un método homogéneo
Las primeras secciones de la obra están dedicadas a estadísticas internacionales y nacionales, que dan marco a la tercera sección, destinada a los datos provinciales. En el ámbito provincial, y en comparación con el resto del país, se detallan estudios y procesos en demografía, condiciones de vida, salud y educación (población, pueblos originarios, tasas de mortalidad, empleo, atención médica, matrícula escolar, establecimientos educativos, docentes, etcétera).
También el libro menciona datos sobre la administración pública (presupuestos, recaudación, cargos públicos, estadísticas electorales), el sistema de cuentas provinciales (producto geográfico bruto, exportaciones, unidades productivas), la producción (actividad agropecuaria, forestal, industrial, construcción, infraestructura), la intermediación financiera (actividad bancaria, depósitos y préstamos) y los precios (índices, exportaciones, entre otros).
Al dar cuenta de la relevancia del material recopilado, Ferreres explicó que sirve para “dar una continuidad adecuada en materia de cifras, poder observar y mantener una larga duración en materia de estadísticas y tener un conjunto de series de datos aceptados por todos”.
Así también valoró que con la información contenida en el libro “todas las personas o instituciones podrán disponer objetivamente de una información homogénea actualizada para tomar decisiones o efectuar una interpretación de la historia chaqueña”.

Más de 1300 series estadísticas
“Chaco, su historia en cifras” cuenta con 1382 series estadísticas. Participaron de la elaboración, como comentaristas, Marcos Altamirano, Manuel Mora y Araujo, Guillermo Jaim Etcheverry, Juan Manzur, Héctor Huergo, Rogelio Frigerio e incluso Capitanich y Ferreres.
En la presentación del libro, Ferreres destacó que este trabajo financiado por el CFI fue editado “en tiempo récord” por la Librería La Paz y gracias al aporte de datos de más de 310 fuentes de información, como áreas de estadísticas de diferentes ministerios y organismos públicos, organizaciones nacionales e internacionales.
Consideró que esta publicación servirá para “tener una idea macroeconómica de Chaco respecto del país” y brindar continuidad política teniendo en cuenta que cuenta con 1.382 series de datos estadísticos, que forman parte de una infraestructura de análisis para que -al momento de tomar decisiones tanto del sector público como privado- “no se discutan cifras sino políticas”.
“Toda persona, institución o investigador puede disponer a esta información homogénea y actualizada para tomar decisiones o para interpretar la historia chaqueña”, resaltó Ferreres.
El economista Orlando Ferreres y la Lic. Marta Barros
presentando la obra en el Salón Obligado de la Casa
de Gobierno de la Provincia del Chaco.